Visible desde la calle Alfonso, epicentro comercial del Casco Antiguo zaragozano, la fachada del Palacio de los Argillo se constituye como un precioso telón de fondo que centra las miradas y admiraciones de la coqueta Plaza de San Felipe, ubicación en la que se erige.
Su nombre actual, como pasa en la mayoría de los palacios aragoneses es el de sus últimos propietarios a finales del siglo XIX, en este caso los condes de Argillo.
Se trata de un palacio construido según modelos renacentistas avanzados, que reflejan una progresiva adaptación de las formas barrocas. Se levantó entre 1659 y 1661 por iniciativa de don Francisco Sanz Cortés, infanzón zaragozano, siguiendo las trazas de Juan de Mondragón y Felipe Busignac y Borbón. El palacio fue fruto de una ampliación de la vivienda del propietario ya existente en la plaza de San Flipe, añadiéndose a este núcleo una nueva fachada, patio, escalera y salón principal.
Artísticamente la fachada denota de forma preclara la tradición palacial aragonesa de caserones de marcada horizontalidad mandados construir en ladrillo árabe sobre basamento de piedra sillar bien escuadrada. El conjunto aparece estructurado en tres niveles; el acceso se realiza bajo arco de medio punto en piedra negra de Calatorao y se flanquea por dos vanos adintelados cerrados por bellas rejas cuadrangulares en voladizo. El piso noble o principal presenta tres vanos adintelados muy amplios, dos de ellos con balcón también volado en forja, propiamente ya barrocos y que permiten iluminar el gran salón principal. El último de los niveles se corresponde con la logia de arcos de medio punto doblada propia de los espacios del renacimiento aragonés de base italiana, aunque en este caso la galería de arcos aparece cegada.
Se remata el conjunto por amplísimo alero en madera cuya función era evitar la caída de agua de lluvia sobre la fachada de ladrillo. Este alero en madera presenta una voluminosa y profusa decoración vegetal principalmente de castañas pinjantes que enlazan con gustos decorativos propiamente barrocos.
Por decreto de 27 de julio de 1943, el palacio de Argillo fue declarado Monumento Nacional. En el año 1977 fue adquirido por el Ayuntamiento de Zaragoza y en 1983 el arquitecto Ángel Peropadre comenzó su restauración para adecuarlo a sus funciones de museo temático.
Actualmente el Museo sigue con las puertas cerradas, esperando a su reapertura tras la ampliación del complejo y modernización de sus servicios. Por lo que es una pena para los amantes de la escultura contemporánea.
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