miércoles, 15 de julio de 2009

LA BELLA TALLA MEDIEVAL DE LA VIRGEN CON EL NIÑO de la parroquieta de la Catedral de San Salvador.

Una soleada mañana de sábado decidí acceder al interior de la parroquieta de la Catedral de San Salvador de Zaragoza, para así poder recordar en mi memoria el bello sepulcro medieval del Arzobispo Don Lope Fernández de Luna. Cuál fue mi sorpresa, al ver, que el interior estaba completamente iluminado, ya que se acababa de celebrar un bautizo, y por ello pude apreciar la belleza de esta pequeña pieza medieval.


Se trata de una talla en madera de la Virgen con el Niño fechable entorno al siglo XIII, aunque repintada en el siglo XVIII. Esta pieza es la titular de la pequeña capilla adosada al lado del evangelio de la parroquial de San Salvador y dedicada a Nuestra Señora del Rosario. El espacio propiamente dicho es una reforma llevada a cabo por el arzobispo don Francisco Añoa y Busto entre 1753 y 1756.

La imagen presenta una bella factura que sigue modelos borgoñones, con cierta influencia del plegado anguloso y expresivo proveniente de la zona germana. Ambas características permiten relacionar la pieza con algún maestro norte europeo que trabajó durante la segunda mitad del siglo XIII para la Corona de Aragón.






















La Virgen aparece ataviada con túnica y manto de aire cortesano, con la intención de marcar la realeza de María. La túnica de corte alto aparece ornada en su parte alta por un pequeño broche, mientras que el manto que cubre su cabeza lo presenta cruzado sobre el pecho generando un gracioso y naturalista juego de plegados que dota a la imagen de un bello realismo. El rostro ofrece rasgos suaves y bellos, aunque carentes todavía de un pleno naturalismo. Un naturalismo prácticamente inexistente en el Niño, quién aparece sentado sobre el brazo izquierdo de su madre, con la que todavía mantiene poca relación, mostrando así un cierto arcaísmo dentro de la pieza.

Esta pequeña pieza, rondará los 30 cm, debió ser reformada en el siglo XVIII, época en la que se repintó y se le añadieron la corona y la pequeña peana donde aparece entre nubes la figura de un risueño y regordete querubín.

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