Como bien dice la bienvenida a este blog uno de mis propósitos es dar a conocer y descubrir para visitantes y zaragozanos algunas de esas obras del patrimonio de la ciudad que pasan prácticamente inadvertidos. Y sin duda alguna este bello frontal de altar dedicado a San Miguel Arcángel es una de esas delicadas piezas que por su prestancia y elegancia bien merecerían una visita paciente y exclusiva.
Realmente es muy poco lo que se conoce sobre esta obra, ya que es mínima la repercusión bibliográfica que la misma ha suscitado a los grandes especialistas del Arte. A pesar de ello Mª del Carmen Lacarra Ducay le dedicó un pequeño trabajo en el año 1981.
En líneas generales los especialistas lo fechan a finales del siglo XIV o comienzos del siglo XV, por la decoración de lazo con rosetones que presenta y que muchos relacionan con la conservada en el magnífico tríptico del Monasterio de Piedra. A pesar de ello se aprecia notable diferencia entre ambos, sobre todo en cuanto a la ejecución de su pintura que nada a caballo entre las características de la pincelada italogótica sienesa y la corriente internacional que auna valores del norte de Europa con el peso de la pintura italiana del Trecento.
Artísticamente se trata de un frontal de altar mayor por sus grandes proporciones y con un diseño cuadrangular para adaptarse al marco arquitectónico del ara. Su composición se divide en tres calles, siendo la central (representación de San Miguel Arcángel), más estrecha que las dos laterales.
Las calles laterales aparecen talladas en madera con un minucioso trabajo mudéjar de lacerías entrecruzadas que conforman pequeños casetones de ocho puntas y que están ornadas con rosetones floridos. El conjunto aparece policromado con tonos rojos, azules y dorados; creándose un juego cromático muy rico que toma como modelo los artesonados mudéjares del Palacio de la Aljafería.
La calle central representa a San Miguel Arcángel como capitán de los ejércitos celestiales, triunfante sobre el maligno. Es una pintura al temple sobre tabla que hay que fechar a finales del siglo XIV y comienzos del XV con un marcado carácter hispano, aunque aglutina: la influencia italogótica sienesa, apreciable en la dulzura del rostro del arcángel y la línea de ritmo sinuoso y casi musical de sus formas; con valores del norte de Europa que se recogen en la corriente internacional como es el predominio del colorido rico y decorativo de las vestiduras del joven doncel.
Iconográficamente San Miguel aparece representado como un joven doncel de cabellera suelta y rizada, ataviado con ricas calzas de color bermellón, cota de maya de cuero repujado y jubón de amplias mangas terminadas en punta bífida y ornado con bellos motivos vegetales. San Miguel como capitán de los Ejércitos Celestiales porta larga lanza y espada, armas sagradas con las que vence al maligno representado con forma de dragón, el cual aparece vencido bajo sus pies. A pesar de su victoria el mal sigue estando presente por otros cinco dragones-serpiente que se retuercen en el flanco inferior derecho y que acentúan la necesidad todavía presente de adoctrinar, propia de las representaciones medievales.
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